Mientras con Tamara presenciabamos el Raduno que comente en la entrada anterior, me dice ¨comprate una¨ sinceramente no le presté mucha atención y continué disfrutando del espectáculo.
Dado que ella se quedaría en Italia un mes más que yo, a mi regreso, y en mi solitaria estadía aqui en Buenos Aires, comencé poco a poco a buscar un ejemplar.
Y apareció, en la ciudad de Mar del Plata, a 400 Kilometros de mi casa, la encontré.
La tenia un muchacho oriundo de la misma ciudad que yo habito (Quilmes, Buenos Aires), él, instalado allí hace unos años, decía que la usaba poco, y que por ello la puso a la venta.
Yo ante el vendedor, no queria mostrarme ansioso, ni desesperado por comprarla, pero era evidente. Tan evidente que el dia previo a mi viaje a Mar del Plata, él me comenta que charlando con su mujer, ella le dijo que debía aumentarme el precio, y asi fué.
La moto aumentó de precio en 24 horas, y así y todo, a sabiendas que era la moto que yo queria, llegué, manejando 400 kilometros abajo de la lluvia, con una camioneta prestada, casi al mediodia, hicimos los tramites de rigor y pagué lo que él pidió, sin chistar.
Antes de emprender el regreso le consulte a él siendo lugareño, por un buen lugar donde poder comer un pescado, y asi fué, encaré para el puerto de la ciudad, costera por cierto, y con la sonrisa dibujada en mi rostro, le entré sin piedad a un ejemplar tipico de la zona y del restaurant, que si mal no recuerdo se llamaba ¨La Farola¨.
Se la veía un poco sucia, descuidada, la pintura un poco quemada del sol, deduje que el dueño era surfista ya que algunos stickers que traía, eran ¨esa onda¨.
El motor ronroneaba como un gato, estaba completa y lista para salir.
Y asi me la traje.
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